El envejecimiento del vino: una historia de tiempo, aroma y sabor

Según Pitágoras, “el tiempo es el alma de este mundo”. Y es que el tiempo trae consigo maduración, crecimiento y sabiduría. El paso del tiempo nos aporta experiencias, nos da consistencia y nos hace ser quienes somos. Y eso mismo le sucede al vino, al que los años le brindan calidad y un profundo sabor.

El envejecimiento del vino es, simplemente, el paso del tiempo entre su fermentación hasta que sus aromas y sabores son disfrutados por nuestros paladares. Este proceso de crianza y maduración influye en los matices finales del vino, en sus propiedades organolépticas, y en el carácter que tomará. El delicado y largo proceso de maduración es quien confiere al vino sus únicas y excelentes cualidades gustativas y olfativas, creando esas texturas y aromas que tanto amamos.

Métodos de crianza

El vino sigue un proceso de evolución en el que se producen reacciones químicas y alteraciones físicas y biológicas. Este proceso ha de ser controlado para obtener unos resultados de calidad.

Crianza oxidativa, en barrica

Esta crianza está caracterizada por la oxidación a la que se enfrenta el vino y por la transferencia de las propiedades de la barrica al mismo. Como resultado, se obtienen vinos más oscuros, astringentes, intensos y con una gran concentración tánica.

Crianza reductiva, en botella

Al contrario que la anterior, en esta crianza prima la ausencia de oxígeno, conservando los aromas y matices en condiciones más elevadas. De esta crianza, se consiguen vinos con colores más perfilados, suaves al paladar, con menor presencia de taninos, y con una gran intensidad en los aromas primarios de la uva.

Crianza mixta, en dos fases

Esta es la crianza más utilizada y combina las dos anteriores para alcanzar una mayor plenitud y complejidad. Primero, se lleva a cabo una maduración en barrica para, posteriormente, someter al vino a una reducción en botella.

Clasificación de los vinos según su envejecimiento

El vino, al igual que las personas, pasa por un proceso de maduración que va aportándole cuerpo, estructura, matices y complejidad. En los inicios, tanto las personas como el vino, somos más frescos, frutales y energéticos. Pero a medida que las personas adquieren experiencias y el vino adquiere propiedades de la barrica, somos más complejos y ricos en matices. Así, el tiempo de envejecimiento y maduración, tanto en barrica como en botella, es el que marcará si un vino es joven, Crianza, Reserva o Gran Reserva.

Joven

Se trata de un vino que no ha sido criado en barrica o que ha pasado un periodo muy breve en ella. Es aquel que se elabora para ser embotellado en el mismo año de la vendimia o, como mucho, al año siguiente de la misma.

En su elaboración, suelen usarse viñas jóvenes con uvas que presentan taninos más suaves. Estas características de las uvas se transfieren al vino, haciéndolo más suave, fresco y afrutado.

Crianza

En el caso del vino tinto, el Crianza es el que ha tenido una maduración de, al menos, 24 meses, con 6 de ellos en barrica. Los vinos blancos y rosados solo requieren una maduración total de 18 meses.

El Crianza se caracteriza por una mayor intensidad en cuerpo y estructura, y permite apreciar matices aromáticos por su estancia en la barrica. Es un vino elegante y menos ácido que los vinos jóvenes.

Reserva

En vinos tintos, el Reserva es el que pasa por un proceso de maduración de 36 meses como mínimo, estando 12 de esos meses en barrica. Para los vinos blancos y rosados, el proceso de maduración es de, al menos, 6 meses en barrica y 18 meses en botella.

El Reserva se caracteriza por unos tonos rubíes y una intensidad y complejidad altas en aroma y sabor. Así, el aroma de la uva se combina con aromas terciarios procedentes de la elaboración y los especiados. Al paladar, es un vino equilibrado, con un punto fuerte, y sabroso.

Gran Reserva

El Gran Reserva, para los vinos tintos, requiere de un periodo de 60 meses de crianza, con 18 meses en barrica. En vinos rosados y blancos, la maduración mínima es de 48 meses, con 6 en barrica.

Es un vino selecto, de calidad excepcional, y con una complejidad y profundidad mucho mayor tanto en aromas como en sabores. Es un vino carismático, con cuerpo, y con gran intensidad. Se caracteriza por sus tonos caoba y granate oscuro, y su retrogusto largo, persistente y refinado.

En definitiva, el envejecimiento del vino aporta matices muy interesantes tanto en aroma como al paladar, logrando vinos más tánicos, complejos y potentes. Sin embargo, a la hora de elegir un buen vino, en Heredad de Aduna te recomendamos probar y quedarte con el que más te satisfaga. Si quieres degustar los distintos tipos de vino, visita nuestra tienda online  y nuestras bodegas.

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