El mejor vino tinto de la Rioja

La Rioja no se puede entender sin el cultivo de la vid, pues es su principal fuente de riqueza, genera un alto valor añadido en la economía local y sus vinos se exportan a todo el mundo.

Vino tinto Rioja

Las condiciones climáticas de la zona, el tipo de suelo y la altitud permiten elaborar caldos de gran calidad de diversas variedades de uva, que destacan, además, por su alta productividad. No es casual que hoy la D.O. La Rioja cuente con más de 62.000 hectáreas de tierra productiva y, de ellas, haya posible elaborar 318,5 millones de litros de vino.​ El protagonista es el vino tinto rioja, puesto que 58.000 hectáreas están dedicadas al cultivo de estas variedades de uva (tempranillo, fundamentalmente).

Dentro de La Rioja, hay que destacar la zona alavesa, que hace de transición entre el clima mediterráneo del sur y el oceánico a poco más de cien kilómetros, en las laderas de la sierra de la Sonsierra. Los suelos calcáreos de la comarca (cambisol cálcico) no tienen un rendimiento por hectárea tan elevado como en el sur, pero sí garantizan una uva de calidad, que aporta un valor añadido al producto final. Además, la antigüedad de muchas cepas contribuye a la mejora de la calidad.

Hay que destacar también que las técnicas de crianza y maceración carbónica han permitido ofrecer productos distintos y que potencian las cualidades de una materia prima que, de por sí, es excelente. El vino tinto rioja es un producto de calidad y que, hoy en día y gracias a la especialización de la zona en producir caldos, está al alcance de cualquier poder adquisitivo, en función de lo que el cliente desee. Es posible tomar un vino de La Rioja para las comidas de diario, pero también contar con crianza o reserva en las ocasiones especiales.

​Historia del vino en La Rioja

La viticultura de La Rioja existe desde época romana, introducida por los colonos, que, a partir del siglo II a. C., fueron ocupando la península ibérica, lenta pero inexorablemente. Hay constancia documental del cultivo de la vid en la zona desde el año 873 y, ya en el siglo XVI, los viticultores empiezan a tomar medidas para que conste que el producto tiene una calidad diferenciada.

Desde entonces, el cultivo de vino y su comercialización han sido una constante, aunque no fue hasta el siglo XIX cuando la producción dio un gran salto cualitativo, gracias al aumento de la demanda nacional, por la urbanización y mejora de las comunicaciones; e internacional, en parte, debido a factores coyunturales que se dieron en Francia.

La llegada de plagas como el oídio y la temida filoxera a Francia y el hecho de que en La Rioja no se extendiera esta última hasta 1899 permitieron abrir mercados de exportación para los vinos de la zona y que el público internacional empezase a apreciar estos vinos. Posteriormente, se empezaron a replantar cepas de origen americano, para evitar que estos problemas se repitiesen.

En 1926 se crea la Denominación de Origen La Rioja, que hoy sigue siendo la preferida por el público español. Además, hay que indicar que en la actualidad cuenta con la categoría de Calificada, lo que solo comparte con la Denominación de Origen del Priorat, por su antigüedad y buen hacer contrastados a lo largo de los años.

La evolución de los vinos de La Rioja es la de una zona que, históricamente, contaba con buenas condiciones para el cultivo de la viña y ha sabido reconvertirse, para priorizar la calidad sobre la cantidad, en un mercado global y cada vez más fuerte y competitivo.