Diferencias entre un vino joven, un crianza y un reserva

Cada vez existe un mayor interés por el vino, además de su sabor o de su origen hay otras características que aportan un mayor conocimiento al consumidor, y una de las esenciales es saber diferenciar entre un vino joven, crianza y reserva. Conocer las diferencias entre estos tres tipos de vinos puede resultar muy útil a la hora de elegir el más adecuado en cada momento.

Los factores más importantes para diferenciar el vino

Antes de conocer las características que hacen a cada vino especial, hay que tener en cuenta el factor más importante a la hora de marcar dicha diferencia. En el mundo del vino una de las cosas más importantes son los tiempos de envejecimiento. Es un término que se repite con mucha frecuencia en el mundo del vino y es que el tiempo que pasa en barrica es crucial a la hora de
definir tanto su sabor, como su intensidad como su aroma. Una vez conocido esto, las posibilidades son muchas.

Vino joven, la ligereza de la juventud

Como su propio nombre indica, el vino joven es aquel que pasa menos tiempo desde su elaboración hasta su consumo, y el indicativo de ello es el envejecimiento en barrica que oscila entre los 3 y 6 meses para estos vinos. Esta breve crianza otorga el vino joven unas características especiales, entre ellas se puede distinguir un sabor y aroma afrutado, gracias al tiempo en barrica que exalta esos sabores. En términos generales es un vino con un sabor intenso pero que a su vez es de consumo ligero y, por ello, es el perfecto para acompañar los entremeses en una comida copiosa o en platos como la pasta o comidas más ligeras, ideal para la hora del aperitivo.

Crianza, un sabor con carácter

Cuando se habla de un vino crianza se está hablando de un vino que ha pasado al menos 2 años envejeciendo. Y es que requiere ya un proceso en el que hay que cuidar con detalle los tiempos. El crianza pasa el primer año en barrica para obtener ese aroma y sabor tan característicos. Durante este proceso es necesario retirar los restos por lo que la dedicación es mayor. El siguiente año lo pasará en unas condiciones especiales, ya que será embotellado con tapón de corcho, en posición horizontal y con escasez de luz y oxígeno, por lo que el proceso debe ser cuidado y revisado. Tras esto quedará un vino con un sabor intenso, perfecto para acompañar alimentos con un intensidad similar, como quesos o carnes sabrosas a la plancha.

Vino de reserva, madurez y dedicación

Un vino de reserva es de todos los vinos la voz de la experiencia y es que su proceso es largo y el resultado es un vino excepcional. Estos deben de pasar un mínimo de 3 años para considerarse reservas y, de estos, uno ha de pasarlo en barrica, conservándose el resto del tiempo en botella, con poca luz y oxígeno y en posición horizontal al igual que el crianza. Este vino puede permanecer hasta 10 años hasta ser consumido, otorgándole un sabor inconfundible. Una de las recomendaciones para saborear y sacar el máximo partido a un vino de reserva es tomarlo con carne de caza o carnes de textura gelatinosa como el rabo de toro.

Conocer estas diferencias entre vino joven, crianza y reserva es el primer paso para adentrarse en un mundo lleno de detalles, aromas y sabores que descubrir, algo que en Heredad de Aduna saben perfectamente, y es que llevan más de 35 años de trayectoria transmitiendo de padres a hijos el arte de elaborar vino para ofrecer a sus clientes una calidad excepcional.

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